LO VIVIDO POR MIGUEL MORA EN EL CHIPOTE (RELATO SENSIBLE)

 PLATICA DE PRESOS POLITICOS

Solo sentía la cara entumecida por cada golpe que a puño cerrado el policía sandinista me propinaba en el ojo izquierdo, mientras yo, esposado con las manos en la espalda iba orando en silencio: “Dios en tus manos encomiendo mi alma y espíritu por que mi cuerpo lo harán pedazos estos salvajes“.
Cada golpe era mas fuerte y doloroso que el anterior y hacia que con costo escuchara los insultos del policía sicario:
“Así te quería tener hijo de puta vamos a ver si ahora tienes los huevos para seguir hablando” me gritaba con furia el policía adoctrinado.
Eran como las 10 de la noche en la entrada del Chipote lugar que desde los años 40 del siglo pasado ha servido como centro de muerte y de las mas crueles torturas de las tres dictaduras que han maldecido ese sitio alto que domina la vista en la vieja Managua.
Con la cara ensangrentada y el ojo ya cerrado me tiraron a una celda donde con costo podes estar de pie y para mi mala suerte llena de zancudos. Lamentablemente mi piel no emite el olor que hace que los zancudos no te piquen por el contrario siempre ha sido todo lo contrario tal parece que mi olor los atrae.
Ahí me dejaron por varias horas sin leerme mis derechos, sin ni siquiera haberme explicado el motivo de la detención. Sin saber qué había sido de mi esposa.
Aislado y bien golpeado la sangre de la cara ya manchaba mi camisa y el entumecimiento del rostro se transformaba en dolor agudo.
Iniciaba el primero de 172 días de torturas continuas.
Casi no me gusta recordar esto.
Pero el Chipote se convirtió esa noche del 21 de diciembre del 2018 en mi cruda realidad.
Ya casi al amanecer me sacaron de la micro celda llena de zancudos y me trasladaron por un pasillo mal oliente hasta lo que parecía ser un patio cubierto por una especie de bodegón que no dejaba entrar la luz solar. Debajo esa “bodega oscura” aparecieron ante mi único ojo abierto, una fila de celdas que mas parecían tumbas apiñadas como cuesta abajo, esposado aun con las manos en la espalda uno de los policías me detuvo frente a la mazmorra que tenia en la puerta de metal hermética el numero 8 y me ordeno que me quitara la ropa.
¿ La ropa ? Le pregunte desconcertado.
“Si quitate la ropa solo quédate en calzoncillos y déjala ahí en el suelo. Ya que te metiste a soldado ahora vas a tener que aprender.” Me dijo entre risas burlonas.
Cuando abrió la puerta de lo que parecía ser una pequeña cueva 3x3 metros cuadrados en medio de una penumbra pude medio distinguir como a 12 presos encaramados en una especie de repisas de concreto y otros tirados en el suelo a como pude me acomode en un rincón. Y uno de ellos me dio la bienvenida y con voz calmada me dijo: “Don Miguel tranquilo que la carcel no come.”
Un joven lloraba desconsolado por qué le habían acusado por la masacre del Carlos Marx y en pocas horas seria llevado ante el juez sandinista, acusado por el fiscal sandinista, frente a los medios sandinistas rodeado por los policías sandinistas.
“Tranquilo hermano Dios sabe que sos inocente”, fue lo único que le alcance a decir.
En eso un campesino comenzó a gritar a todo pulmón como para que lo oyeran todas las celdas: “ Hermanos les tengo una primicia aquí tenemos a 100% NOTICIAS, aquí esta Miguel Mora.
Animo, animo !!! Que ya nos vamos !!!
Y de repente todo el Chipote estallo en gritería.
Estaba en el lugar donde Somoza había castrado a los presos políticos, donde Pedro J. Chamorro había tenido que ver como el dictador le amenazaba con leones y tigres, el mismo lugar donde a lo largo de nuestra fatídica historia se torturaba, el lugar donde se le saco los ojos a los opositores de turno, a los contras.
Estaba con mis hermanos de todas las edades, clases sociales y credos.
De repente me cayo todo el peso de mi realidad. Mi vida no valía nada, mi libertad no valía nada, mi futuro y el de mi familia no valía nada. Fue entonces que desde una celda alguien comenzó a orar.
Todas las celdas insalubres, hediondas, húmedas, oscuras y hacinadas estaban repletas de zancudos y demás alimañas pero sobre todo de ciudadanos patriotas azules y blancos. Estaban llenas de dignidad, de fe.
Tal parece que al oír la reacción de la llegada de Lucia y la mía los esbirros decidieron sacarnos de ahí y meternos en unas celdas mas aisladas de todos desde donde no salí hasta que me llevaron a la carcel de máxima seguridad donde me metieron a una verdadera tumba de concreto por casi 6 meses.
Les cuento esto por qué en el transcurso de mis días de tortura en el Chipote, todos las noches hacíamos cultos-misas y adorábamos a Dios, católicos, evangélicos y uno que otro ateo ahí llego a pedir fuerzas al Altísimo. Sin biblias y en la completa oscuridad recurríamos a los que se sabían los versículos de memoria a los se sabían cantos de la misa o canciones cristianas.
“ El Espíritu de Dios esta en este lugar, el Espíritu de Dios se mueve en este lugar. Esta aquí para consolar. Esta aquí para liberar. Esta aquí para guiar, el Espíritu de Dios esta aquí en este lugar”. Era una mis estrofas preferidas.
Todos los días desde las 6 de la noche hasta ya pasadas las 10. Celda por celda, se cantaba, se daba una palabra, se recordaba la palabra de Dios. Y se oraba en colectivo. Todos desde cada celda gritábamos por una especie de grilla que estaba en el techo de las mazmorras y ayudados por el eco de la bodega que nos cubría a todos, nos llegábamos a escuchar a los lejos.
Una de tantas noches de adoración y oración surgió la idea que termino en una especie de consenso, de que cuando todo esto cambiara ese lugar dedicado a la tortura, al dolor y a la muerte fuera arrasado y en su lugar, en medio de un hermoso parque mirador, se levantara un templo pequeño donde las bancas dieran comodidad a unas 25 personas que ademas de recordar lo que ahí había pasado el visitante que quisiera pudiera entrar, sentarse, cerrar sus ojos o arrodillarse y darle gracias a Dios por la libertad de nuestro pueblo.
Recientemente en el primer debate al que fui invitado los periodistas moderadores hicieron una pregunta que me recordó aquella promesa y visión salida de los presos políticos que estuvimos en ese tiempo como “huéspedes” del chipote.



¿ Qué haría usted con el Chipote ?
Inmediatamente mi mente se traslado a esa noche.
Cuándo hicimos esa promesa a nuestro Dios de levantarle un lugarcito donde sin distingo de religiones una especie de capilla, donde el que sintiera la necesidad de agradecerle, lo hiciera en una especie de altar a Dios.
Incluso se hablo en esa noche del Estado Laico y acordamos que no seria con los impuestos del pueblo sino como producto de una colecta nacional con fondos privados. de este pueblo que se confiesa en su inmensa mayoría cristiano.
Los centenares de presos que participamos en ese sueño nos comprometimos en impulsar la idea de proponerla una vez todo haya cambiado.
Esa noche no nos referíamos a religiones por qué estábamos ahí en la casa de la tortura, ateos, evangélicos y católicos. Nos imaginamos un lugar un poco más grande que una casa pequeña.
Esa noche me quede pensando y recordé cuando mi hijo estaba entre la vida y la muerte y busque un lugar en el hospital para llorar y pedirle a Dios por su vida.
Necesitaba desesperadamente un lugar intimo privado en medio del bullicio del hospital. Y me dijeron que había una especie de capilla, cuando entre al lugar, observe a una monjita con su rosario arrodillada llorando, me senté a unos metros y luego me arrodille también con la cara llena de lagrimas pidiendo a mi Señor su misericordia y de su amor.
Dios no hace diferencia entre sus hijos.
Hoy doy gracias a Dios por mi vida, por mi salud y por no estar en esas tumbas que llaman celdas. Pido y lucho por sacar a los hermanos que aun están siendo torturados todos los dias en esas tumbas.
Y espero un día entrar a ese lugar pequeño pero significativo, donde fue el Chipote, en medio de un hermoso parque para igual que aquella noche arrodillarme y darle gracia a Dios por mi libertad y la libertad de Nicaragua.

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